Rosario Pedrosa Sanz
José Antonio Salvador Insúa
Practicando un deporte o asistiendo a un espectáculo deportivo el hombre satisface una necesidad. Surge, por tanto, una demanda, a la que el sector asociativo y las empresas han tratado de responder. Las federaciones, las entidades deportivas y las instituciones públicas se han encargado de ofrecer la práctica deportiva. Los clubes profesionales, las cadenas de televisión y los demás medios de comunicación, se han ocupado, más bien, de la existencia y difusión de los espectáculos deportivos. La práctica de un deporte o la celebración de un evento deportivo requiere, además, toda una serie de servicios y equipamientos que es preciso cubrir. Todo ello genera un conjunto de flujos económicos que es preciso medir.
La economía del deporte constituye un área relativamente nueva de investigación. Con el transcurso del tiempo, el deporte ha pasado de ser una simple manifestación social, destinada a la contemplación y práctica de actividades recreativas en busca de un cierto entretenimiento o satisfacción personal, a ser considerado como “un bien, cuya producción, consumo, financiación y gestión responde a criterios de racionalidad económica” (Castellanos García, 2001), y como un instrumento más de empleo de recursos humanos.
Por un lado, el deporte ha abierto a la economía nuevos y rentables mercados, distintas oportunidades de empleo, etc. hasta hace poco tiempo desconocidos. Por otro, la economía ha dotado al deporte de una estructura de pensamiento diferente para adoptar sus decisiones, valorar sus relaciones institucionales y evaluar sus consecuencias materiales.
Por otra parte, el deporte se ha convertido en uno de los fenómenos sociales con mayor arraigo, capacidad de movilización y de convocatoria. Paralelamente, ha ido adquiriendo un creciente protagonismo en el desarrollo de la economía de mercado de las sociedades modernas, como consecuencia de los productos accesorios que suministra, los capitales que mueven sus departamentos, las inversiones que reclaman sus instalaciones, los recursos de marketing y publicidad a los que dan lugar sus espectáculos y concentraciones de masas, la intensa presencia en la vida cotidiana de todos los ciudadanos a través de los medios de comunicación o los movimientos de apuestas y todo tipo de juegos de azar que alimenta.
Evaluar su incidencia económica constituye una labor compleja y una tarea nada fácil, tanto por la falta de rigor y precisión conceptual existente al respecto, como por la abundancia de los flujos reales y financieros reflejados en el apartado anterior. Por ello, resulta necesario precisar, en la medida de lo posible, qué intenta medir, con qué instrumentos cuenta y cómo
proceder a la cuantificación de su impacto sobre el desarrollo económico.
El significativo aumento de la importancia económica del deporte en las últimas décadas, junto a la posición central y estratégica que ocupa en las sociedades modernas, por su contribución a la identidad individual y legitimidad política, integración social, relaciones internacionales, regeneración y desarrollo económico de la comunidad en la que se practica o en la que se realiza un evento deportivo, obliga a abandonar cualquier planteamiento que lo considere y aborde como una actividad o sector de carácter meramente marginal o secundario.
Evaluar su incidencia sobre el resto del sistema o tratar de justificar su interés económico plantean, sin embargo, numerosos problemas. Normalmente, se utilizan, para ello, complejos y sutiles instrumentos y métodos de análisis que se apoyan en los denominados estudios de impacto. En la mayor parte de las ocasiones, permiten describir y cuantificar, objetivamente, la capacidad que tiene el deporte para generar rentas y crear empleo en el área geográfica objeto de investigación, a pesar de las imperfecciones y limitaciones que presentan.
Su mejora y adecuación a las necesidades reales pasa por la adopción de conceptos, definiciones e indicadores claros, concretos, armonizados y, a ser posible, aceptados por todos los agentes implicados; por la elaboración de estadísticas capaces de suministrar datos regulares, sistemáticos, fiables, precisos, comparables en el tiempo y en el espacio y que puedan, además, ser encuadrados en un marco metodológico reconocido internacionalmente; así como por la concienciación de los poderes públicos de su elevada significación económica. Plantea, en consecuencia, amplios y profundos desafíos a la comunidad científica, a las administraciones públicas, a los organismos e instituciones especializados del sector y a las instituciones vinculadas a él.
FUENTE: REVISTA ASTURIANA DE ECONOMÍA
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